2011 Derivas sobre la necesidad de cambiar la evaluación

El pasado martes 14 tuvimos la última reunión de Pedagogías Invisibles (enlace) antes del verano. Fue una reunión muy interesante en la que Lucía Sánchez , una de las componentes del grupo, nos habló sobre el principal tema de su investigación doctoral: nuevos sistemas de evaluación en educación artística en la educación secundaria. Nos sometió a un ejercicio genial: todos tuvimos que evaluar numéricamente seis ejercicios realizados por seis de sus alumnas. Nadie estuvo de acuerdo en nada: a los que nos parecía el mejor el sexto ejercicio nos parecía el peor el quinto justo al revés de a quién justo el quinto le parecía el mejor y el sexto el peor.

El experimento comprobó que la evaluación es un proceso absolutamente subjetivo donde es imposible la imparcialidad y la objetividad. Demostró que las notas numéricas solo sirven como representación de los gustos personales del docente de turno tamizados por su inconsciente. Demostró que los criterios, aún en un grupo aparentemente homogéneo, son totalmente dispares. Demostró que el actual sistema de evaluación está obsoleto y demostró algo de suma importancia: QUE COMO DOCENTES TENEMOS QUE:

1. ACEPTAR EL CARACTER SUBJETIVO DEL HECHO EVUALATIVO Y LA REALIDAD DE QUE LAS CALIFICACIONES SE ESTABLECEN SOBRE CRITERIOS PERSONALES INVISIBLES

2. DISEÑAR FORMAS DIFERENTES DE EVALUACIÓN

En los actuales debates sobre el giro educativo, sobre la importancia de la creatividad y esta corriente innovadora centrada en el Edupunk y otras metodologías que promulgan el cambio, poco se habla sobre la necesidad del cambio evaluativo. Algunos profesores trabajan con sistemas más democráticos:

La autoevaluación

La evaluación compartida o negociada

La preevaluación (cuando el estudiante evidencia al principio de la acción educativa el resultado que quiere obtener y se negocia con el profesor al final del proceso si se ha llegad o no)


Este año varios de los estudiantes con los que comparto el tiempo han desarrollado sistemas mas o menos nuevos: en el primer cuatrimestre, unos de los grupos diseñaron un sistema para que los alumnos a los que les habían impartido una clase les evaluaran basándose en tres imágenes e Michael Jackson: una de cuando era negro, otra de cuando era café con leche y otra de cuando era blanco siendo la máxima calificación la primera.

Lucía Sánchez está llevando al extremo una de las máximas de Pedagogías Invisibles: utilizar el arte y los procesos artísticos no como contenido sino como formato pedagógico. Para ello no sólo ha ideado un sistema de evaluación hiper-punk como lo es un dinero falso con el que paga a sus alumnos sino que los precios-calificaciones se establecen por subasta, como en las subastas de arte. Todo esto lo hace en Toledo y hasta allá se fueron Clara Megías y Eva Morales (Nubol) para compartir la experiencia.

La evaluación no debería de ser más que un sistema de autoreflexión sobre el propio proceso educativo y tampoco debería de ser el centro, la médula de dicho proceso. Creo firmemente que debemos de pensar mucho sobre este tema y diseñar nuevas formas de reflexión (me resisto a utilizar el término evaluación). Tenemos que hacerlo.

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