Espinacas, pelucas y sábanas blancas: del educador como técnico al educador como productor cultural
Desde hace algunos meses, cuando me reúno con un grupo de educadores les hago la misma pregunta: – “Cuándo pensamos en la figura de un intelectual, ¿qué figuras profesionales identificáis como tales?”- y las respuestas en cada sesión son prácticamente las mismas: “Un intelectual es un filósofo, un artista plástico, un investigador….” de tal manera que me asombra comprobar cómo en la creación del imaginario del educador, nos han desposeído de la visión de nosotros mismos como intelectuales.
Creo que reposicionarnos como tales es uno de los retos urgentes que tenemos que abordar a la hora de ejercer una docencia del siglo XXI y tomar prestado lo que Henry Giroux identificó como Intelectuales Transformativos, que no es otra cosa que recuperar la figura del profesor como productor de conocimiento. Por esta razón una de las invitaciones clave de la rEDUvolution es la de mirarnos como creadores, como productores culturales, como artistas. Si aceptamos que una película, una novela, una sinfonía o una instalación son producciones culturales, ¿por qué obcecarnos en la idea de que lo que selecciona, organiza, diseña y distribuye un profesor NO es una producción cultural en toda regla? ¿Por qué si son creaciones intelectuales las películas, las novelas o las sinfonías, no se identifica como producción cultural una clase?
Entender el currículum como una representación, como una creación, como una novela, desplaza hacia nuevos lugares la profesión de educador, ya que transforma el paradigma del profesor como transmisor y como técnico, en el paradigma del profesor como productor cultural, como creador, como artista, sobre todo como intelectual transformativo. Un agente político capaz de cambiar el mundo al entender su docencia como una cadena de microrrevoluciones. Para dar el giro de paradigma que necesitamos, entender esta idea es fundamental, entender que nuestro trabajo se parece mucho al de una directora de cine, al de una novelista, al de una diseñadora porque, aceptando el inconsciente como el tercer participante del hecho educativo, nos acercamos a la certeza de que el currículum es una narración, un relato individual profundamente subjetivo, lo que nos sitúa en la brecha de ser docentes reproductores o docentes creadores.
Sacudida
Para ejemplificar este concepto del profesor como productor cultural utilizaré Sacudida, mi propuesta de trabajo en el Laboratorio de Pensamiento Creativo que tuvo lugar este septiembre en Bogotá y donde se profundiza en los seis pasos básicos de la #rEDUvolution desde un formato construido sobre seis acciones dinámicas, trabajando al mismo nivel aquello que se quiere transmitir (el contenido), que la arquitectura de su transmisión (la metodología) y utilizando el arte contemporáneo, en este caso la instalación, como formato pedagógico.
Para empezar, entendiéndome como artista, decidí llamar mi producción cultural Sacudida porque para desplazarnos desde la somnolencia a la acción necesitamos precisamente eso, un movimiento enérgico que nos invada y nos provoque el deseo de llevar a la práctica lo que nuestra voz interior murmura. Sacudida es el nombre general que abarcó un programa de tres días, con dos actividades por día, es decir, un total de seis acciones relacionadas cada una de ellas con un capítulo concreto de #rEDUvolution.
Mentiras, información implícita y cintas de vídeo fue la actividad que diseñé para la mañana del primer día mediante un material detonador muy concreto: una sábana blanca. Para adentrarnos en la idea de que lo que los profesores enseñamos no es lo que los estudiantes aprenden, cada participante elaboró una lista de los significados que un elemento aparentemente neutro representa y así comprobar la subjetividad e individualidad de dichos significados. Desde lo subjetivo pasamos a lo invisible a través del mismo material, en este caso horadada para poder convertirnos en fantasmas y adentrarnos de esta manera en el complejo mundo de lo invisible de forma performativa. Terminamos la mañana con la idea del profesor como DJ a partir de la cual cada uno de nosotros usó por tercera vez la sábana para construir un objeto singular.
Por la tarde tuvo lugar la acción Callando al General, en la que el tema principal era el poder por lo que nada mejor que una escalera para visualizar la verticalidad, de manera que en Up&down cada participante bajó y subió de la suya para explicitar entre todos qué se siente si estamos arriba y qué se siente si estamos abajo. En Extrañamiento le dimos la vuelta a la escalera para visualizar de forma metafórica el concepto de Reverse mentoring y explicitar que el conocimiento siempre se genera en flujos de doble dirección, mientras que en Re-silencio la utilizamos de forma disruptiva, como nunca la habíamos utilizado hasta entonces, para visualizar qué es el edupunk y cómo a veces avanzar significa hacer lo contrario de lo que nos dijeron.
El tercer día por la mañana le llegó el turno a Una alfombra en el piso, con dos tipos de materiales inusuales: regaderas llenas de agua y espinacas frescas. Comenzamos con Empapar donde cada participante utilizó los dispositivos vegetales (espinacas) para crear un vínculo con el espacio y trabajar la idea de habitar el aula y seguidamente presentamos Queda prohibido…. dinámica en la que trabajamos la enfermedad de la prisa y, en general, el uso del tiempo como estrategia de poder en los contextos educativos donde los participantes (divididos en grupos) comprobaron la enorme diferencia que existe en llenar un cubo con agua en dos minutos que en diez. Por último disfrutamos de Sudor, donde cada participante llevó a cabo una acción corporal que le hubiese gustado realizar de niño en el aula-tóxica que le tocó vivir (y que dejaba su cuerpo inmóvil por más de ocho horas cada día) de manera que entre todos visibilizamos la importancia del movimiento y el placer en la educación.
Por la tarde nuestro taller se llenó de pelucas, bigotes y zapatos de tacón para que tuviera lugar Jirafas y zumo de naranja, la sesión de sacudida dedicada a explorar de forma performativa la noción de experiencia, así que comenzamos por EStuPOR donde cada participante se disfrazó y, a partir de este proceso de transformación, se visualizó la importancia de trabajar el extrañamiento y la sorpresa como herramientas educativas a través de La Intención donde los participantes utilizaron los diferentes componentes de su disfraz para crear un micro proyecto que nos dijera la oportunidad de conectar con la filosofía del Project Based Learning.
El último día de Sacudida, con Imágenes simétricas ahondamos en la dinámica denominada Monstrualia utilizando como único material revistas del corazón que los participantes ojearon en un primer lugar como si se encontrasen en la peluquería para a continuación preguntarnos si realmente dichas imágenes son frívolas o profundamente políticas sobre todo en relación al cuerpo femenino y la creación de estereotipos monstruosos, como los cuerpos de las modelos y actrices que habitan las revistas del corazón.
El final de mi producción cultural corrió a cargo de El bizcocho de chocolate no me gusta donde trabajamos a fondo los problemas de la evaluación y desarrollamos ejercicios de evaluación creativa utilizando unas sencillas cajas de cartón como metáforas mediante las que representar el aprendizaje sucedido ese día.
Sacudida es una producción cultural inacabada, una práctica de aprendizaje motivada por espinacas, pelucas y sábanas blancas que, de manera metafórica en vez de forma explícita, de manera narrativa en vez de manera descriptiva, y de forma experiencial en vez de forma contemplativa, se consolida como una arquitectura de transmisión en vez de como una transmisión en sí misma.