Ni White Cube, ni Disney Land: reformulando la oposición entre los museos y los parques de atracciones

“El conocimiento no llega si el deseo no lo convoca”

Deleuzze y Guattari

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Glen Ligon. Give us a poem

Creo que todos podemos recrear mentalmente la escena. Pensemos en que nos ofrecen una doble opción, ir a pasar el día a un museo o, por el contrario, ir a un parque de atracciones. Probablemente en nuestras cabezas rechinen dos mundos opuestos: en uno paseamos en silencio entre paredes blancas y guardas de seguridad que nos miran con recelo, mientras que en el otro mundo nos lanzamos gritando por una montaña rusa después de haberle reído las gracias a un probable inmigrante ilegal disfrazado de Mickey Mouse.

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EMP (Experiencie Music Project). Seattle

El imaginario colectivo nos lleva a pensar que en el museo se da por supuesto que se genera conocimiento, un tipo de saber académico, legitimado, científico y muy serio; mientras que en el parque de atracciones ocurre lo opuesto y ese mismo imaginario nos ofrece un modo de diversión frívola, superficial y relacionada con un tipo de cultura (la baja) que no tiene parangón con la cultura académica que los museos producen. En resumen, podemos decir que lo que parece que diferencia a los museos de los parques de atracciones, es que la experiencia del museo es efectivamente de conocimiento mientras que en el parque de atracciones dicha experiencia no existe, aunque sí que existe la diversión.

Pero, evidentemente, este texto está siendo escrito para poner todo esto en duda.

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Terry Adkins. Native Son

Para empezar puede ser interesante desterrar la idea de que los productos de ocio que nos divierten no generan conocimiento: por supuesto que lo generan, siendo este hegemónico, peligroso y macronarrativo, porque les falta potenciar el conocimiento crítico. A los parques de atracciones les sobra consumismo, les sobra el deseo que antecede a un placer aparentemente frívolo pero que no lo es al estar definitivamente cargado de prejuicios, de violencia, de sexismo, de un racismo que, empoderado precisamente por todo aquello de lo que carece el museo, consigue de forma irremediable crear conocimiento.

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Seattle Center Playground. Trimpin & Judith Caldwell

En segundo lugar, debemos de aceptar que la experiencia narcótica del museo tiene que cambiar. Su concepción como Templo Del Conocimiento ha dejado de ser cierta desde que muchos museos entienden: a. sus estructuras como comercios de lujo (pensemos la importancia que están adquiriendo las tiendas en las instituciones contemporáneas donde, tal como los Duty Free Shops de los aeropuertos, a los visitantes les es imposible desalojar sus recintos sin verse obligados a pasar por delante de una sucesión interminable de posters, postales, pañuelos y libros); b. sus programaciones como discursos egocéntricos y autoreferenciales de directores y comisarios (sobre todo en los museos públicos, los directores deberían elegir temas, artistas, piezas y exposiciones si no con la comunidad, al menos al servicio de la comunidad); y c. sus departamentos de educación (cuando existen) son como prostitutas, cuyo único objetivo es incrementar la cantidad de visitantes, un factor que como ya sabemos, poco o nada tiene que ver con la calidad.

Es decir, muchos museos son ya parques de atracciones, pero lo único que han hecho ha sido incorporar de estos las estrategias cosméticas (fotomatones, cuenta cuentos, night shows) en vez de abordar de manera profunda otros modos de hacer relacionados con el placer a partir de los que generar conocimiento en el siglo XXI.

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Seattle Center Playground. Trimpin & Judith Caldwell

¿Y cuál podría ser una estrategia de cambio? Como siempre, es necesario desplazar las nociones y conceptos que tenemos como asumidas, como estables, como características de las cosas, hasta aquellos lugares que aparentemente no les pertenecen, tal y como hace por ejemplo Carsten Höller al introducir de forma literal los parques de atracciones en el interior de los centros de arte.

La historia no cosiste en llevar el parque de atracciones al museo ni el museo al parque de atracciones, consiste en reformular ambos espacios: a los museos les falta participación, cuerpo y humor, pero participación de la buena, no de la falsa. Les urge abandonar ese aura de templo académico alejado del deseo, mediante la que identificamos participar con la diversión frívola, para explorar estrategias más sexys en las que lo biográfico, la cultura pop y lo cotidiano se hagan hueco frente al “White cube” y a la falsa erudición, entendiendo el adjetivo “sexy” vinculado con el placer. Porque, recordando la frase de Deleuzze y Guattari que encabeza este texto, sin deseo no hay conocimiento y en los museos, siento decir, encuentro muy pocas dosis de deseo, de afectos y de placer.

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Kris Martin. TYFFSH

Creo que el problema fundamental es que el museo no debe de incorporar las dinámicas hegemónicas de los parques de atracciones, sino crear otras que, desarrollando el pensamiento crítico y huyendo de lo naif, complejicen precisamente esas estrategias. Mientras que los parques de atracciones habría, tal y cómo hace Bansky en Dismaland, desplazarlos desde los macrorelatos a los microrelatos, del pensamiento único al pensamiento crítico, utilizar el cuerpo, la sorpresa y la participación como estrategias para descolonizar la mirada y repensar nuestras posiciones con respecto a temas como la raza, el género y la clase.

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Seattle Center Playground. Trimpin & Judith Caldwell

Para que esto ocurra es fundamental que ambos lugares emprendan una renovación urgente no solo de sus programas educativos sino de la posición de la educación como un eje vertebrador, así como que promuevan la unión indivisible de Conocimiento y Placer, un placer que debemos de entender de forma diferente a como la modernidad lo ha entendido por nosotros.

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David Simpson. Beach House

* Todas las fotos de este post han sido tomadas por la autora en el MCA Chicago, en el Experiencie Music Project y en el Seattle Center Playground

1 Comment

  • Gran texto María, simple y claro. Felicitaciones!
    Deseo, afectos y placer son conceptos que pertenecen al mundo de las emociones y es ese precisamente el mundo que queremos encontrar en el museo, una visita felíz y no cabizbaja, como suele ser de tanta seriedad que se le ha impuesto.
    Nos reconforta escucharte y saber que no estamos solos en nuestra búsqueda paciente de algo parecido a la rEDUvolución!
    Saludos desde la isla grande de Chiloé, a ver si la encuentras en el mapa!!

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