2012 Más allá de la representación: transformando la educación artística en flujos de experimentación contemporáneos

Recuerdo con sorpresa y con placer como, viendo el capítulo en el que Pipi Calzaslargas va a la escuela y no entiende qué es lo que está pasando allí dentro, me di cuenta de que otro de los retos que tenemos que afrontar desde la rEDUvolution es el de minimizar el hecho de que el acto educativo se quede en un mero hecho representacional y no logre conectar con la realidad y convertirse en una experiencia tanto corporal como intelectual. Me explico, cuando Pipi llega a la escuela, la maestra le plantea un problema matemático relacionado con compartir una serie de manzanas, Pipi no entiende para qué rayos hay que compartir las manzanas, no entiende que el problema se propone dentro de un supuesto de ficción y que esas manzanas realmente ni existen ni se van a repartir, ella que nunca ha ido a la escuela, no está acostumbrada a los rituales de representación en los que el docente y los estudiantes están plenamente insertos y que diluyen la realidad en un mero juego, ya que en clase no hay ni ríos (hay mapas que representan ríos), no hay niños que reparten manzanas (hay problemas de matemáticas) ni hay (cuando las hay) obras de arte: lo que hay son REPRESENTANCIONES de las obras de arte originales que se encuentran en la mayoría de los casos en museos.

Todos, dentro del juego pedagógico, aceptamos las representaciones como realidad dentro del aula o de cualquier otro espacio, de manera que el aprendizaje, si es que sucede, está más unido a la memoria que a la experiencia y en el caso de que la experiencia llegue a producirse, es una experiencia mediada sobre el discurso del profesor. Por todos estos motivos, una de las reivindicaciones de la rEDUvolution es, no solo conectar los lugares donde suceden los actos educativos con el exterior, sino volver el acto educativo en sí mismo un acto experiencial de primera mano, donde el educando (incluyendo en esta categoría al profesor) viva con su cuerpo una experiencia estructurada desde su propia realidad.

La pregunta que sigue a todo lo que acabo de contar podría ser: ¿y cómo conseguimos esto? Una de las claves para lograr este objetivo es diseñar acciones educativas que se desarrollen en la realidad y otra es contemplar las acciones de analizar como experimentaciones, rescatando la idea de Fontcuberta en el que analizar una imagen tiene que ver con llevar a cabo un acto de creación experiencial. 

Este reto lo hemos afrontado la semana pasada en dos ocasiones. En primer lugar, lo hicimos el jueves pasado cuando fuimos mis hijas y yo a Matadero-Madrid a ver la exposición L´Émoi du design donde se recogen veinte iconos del diseño francés.  Además de analizar el diseño desde su tridimensionalidad, de poder tocarlo, consumirlo y olerlo, el TIF (Talleres Inesperados en Familia) que experimentamos, no estuvo mediado por nadie y fue una experiencia de cautivación estética en la que nos fuimos parando, analizando y manipulando las piezas que más nos interesaban, las piezas cuya direccionalidad encajaba con la nuestra, tal como el título de la exposición nos prometía. Partiendo de la base de que una exposición es también un sistema de representación, la diferencia con la representación del acto educativo radica en la tangibilidad de las piezas y en el autocomisariadoque realizamos las tres juntas al no seguir el orden de visualización estipulado.
En segundo lugar, el fin de semana nos fuimos a la naturaleza para convertir la posibilidad de aprender de la obra del artista Andy Goldsworthy en una experiencia real. Si el jueves habíamos asistido a un acto pedagógico de análisis/creación, ahora asistiríamos a un acto pedagógico de creación/análisis. Tras el acercamiento a la obra del artista desde Google (es decir, desde un sistema de representación) pasamos a vivir una experiencia súper intensa tomando sus trabajos en la naturaleza como punto de partida y construyendo una cabaña y un tótem en medio de la profundidad de un bosque e el que sólo se oía el transcurrir de un río. 
Vivir el diseño francés y la obra de Andy Goldsworthy como experiencias propias en las que se participa como constructor y comisario y que acaban entretejidas por la pasión por el conocimiento y la adrenalina, traspasan el juego representacional y convierten la actividad en una experiencia más allá de la representación: aquí es donde sucede el aprendizaje.  




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